El tratamiento del cáncer de pene depende del tamaño, localización, invasividad y estadio tumoral. El tumor primario y los ganglios suelen tratarse por separado.
Hoy en día se intenta el manejo menos agresivo posible individualizando en cada paciente con cirugías conservadoras del pene cuando éstas son posibles. Por tanto, el tratamiento va a depender del tipo de lesión que tenga el paciente y de la localización de la misma realizándose desde microcirugías, en las que se extirpa únicamente la lesión, hasta penectomías parciales o totales.
En aquellos pacientes que presenten ganglios palpables tras el tratamiento se debe realizar una linfadenectomía inguinal bilateral que ha demostrado un aumento importante de supervivencia. Si estos ganglios fueran positivos se debe realizar una linfadenectomía pélvica.
Linfadenectomía inguinal robótica
La linfadenectomía inguinal está indicada en aquellos pacientes con cáncer de pene que presenten ganglios palpables tras el tratamiento primario. Si estos ganglios fueran positivos, además, también habría que realizar una linfadenectomía pélvica.
Esta cirugía supone la extirpación de los ganglios que se encuentran en la ingle (linfadenectomía inguinal) y, en aquellos pacientes que lo precisen, la extirpación de los ganglios pegados a los vasos iliacos (linfadenectomía pélvica).
La linfadenectomía inguinal, aunque no supone una gran complejidad técnica, puede presentar complicaciones postoperatorias para el paciente cuando se realiza con cirugía abierta. En cambio, mediante el abordaje robótico o laparoscópico se logra minimizar buena parte de estas complicaciones postoperatorias aunque no es posible su desaparición total.
Esta técnica se aplica mediante la realización de pequeñas incisiones inguinales (5-10 mm) por las que se introducen una cámara y los brazos articulados del robot necesarios para la intervención. Los ganglios se extirpan por una incisión mínima.